[OPE-L] Prologo y resumen 'Mas alla de El Capital', por Marta Harnecker

From: glevy@PRATT.EDU
Date: Fri Dec 09 2005 - 09:54:13 EST


The following was posted on the 'economistasrojos' yahoo group.
Maybe Diego or someone else in that group can tell us about
Economistas_Rojas?

In solidarity, Jerry

===============================================================

Prólogo y resumen 'Más allá de El Capital', por Marta Harnecker

                  Mas allá de "El capital", de Michael Lebowitz



                  Por: Marta Harnecker, para rebelion.org


                  Ha pasado más de un siglo y medio desde que Marx
anunciara la hora final del capitalismo, la hora en que
los expropiadores serían expropiados. La revolución
socialista en Rusia seguida del advenimiento del
socialismo en varios de los países de Europa del Este,
más tarde en Asia (China, Corea, Vietnam) y luego en
Cuba, sumado al auge de los movimientos de liberación
nacional en África, donde se levantaron gobiernos que se
integraron al llamado "campo socialista," eran todos
hechos que parecían estarle dando la razón.




                  A finales de ese mismo siglo, sin embargo, la situación
se tornó radicalmente diferente. Es derrotado el
socialismo en Europa del Este y la URSS, y se reduce
drásticamente la tradicional clase obrera industrial en
los países de alto desarrollo con el consecuente
debilitamiento de los movimientos obreros. El
capitalismo demuestra una extraordinaria capacidad de
sobreponerse a las diferentes crisis aumentando su
dinamismo y su capacidad de imponer a nivel global su
modelo económico, político, ideológico y cultural. La
situación parece haberse revertido. No es el capitalismo
sino más bien el socialismo el que parece haber
sucumbido y con él, el marxismo, su teoría inspiradora.

                  Es en ese momento cuando, en medio de un gran
escepticismo académico y político, Michael Lebowitz
escribe su primera versión de este libro. Reivindicar a
Marx era entonces ir en contra de la corriente
intelectual claramente dominante.

                  Once años después, en el momento en que el autor da a
luz una segunda versión1 de "Más allá de El capital"
-una versión notablemente revisada, ampliada y
enriquecida- la situación del mundo ha cambiado
enormemente. El capitalismo realmente existente en su
forma neoliberal ha sido incapaz de resolver los grandes
problemas de la humanidad: aumenta desgarradoramente la
pobreza; la destrucción de la naturaleza continúa su
avance devastador; la prepotencia imperial se impone a
costa de miles de vidas inocentes. Crece el repudio en
sectores cada vez más amplios de la población mundial.
Ha comenzado a revertirse la situación. Pero, como decía
Marx y el autor lo recuerda en su libro: los que se
oponen al capital pueden ser muy numerosos, pero sólo
pueden triunfar "si están unidos por la organización y
guiados por el saber." (Marx (1864: 12)

                  Este libro es una importante contribución a ese saber
cuyas piedras angulares colocó Marx al enfocar por
primera vez en forma científica el desarrollo de la
sociedad y su cambio, y detenerse especialmente en el
estudio del modo de producción capitalista.

                  Michael Lebowitz titula su libro "Mas allá de El
capital". Pero ¿qué significa ir más allá de la obra
cumbre de Karl Marx?

                  En primer lugar, significa que hay un más acá que se
toma como punto de partida. El autor valora muy
positivamente el aporte de Marx: no hay otro pensador
que haya sido capaz de desentrañar la lógica del capital
con el mismo rigor científico. Y al desmistificarla y
develarla proporcionó a la clase obrera el instrumento
teórico de su liberación.

                  En segundo lugar, significa un ir más allá de los
conocimientos, reflexiones y respuestas que podamos
encontrar en El capital. A pesar de su alta valoración
de la obra cumbre de Marx, el autor la considera una
incompleta. Según él no da cuenta del capitalismo como
un todo.

                  En tercer lugar, significa que se trata de ir más allá
pero desde un más acá, ya que es en el pensamiento de
Marx y no fuera de él donde podemos encontrar todos los
elementos a partir de los cuales se puede construir una
concepción integral del mundo capaz de dar respuesta a
nuestros interrogantes.

                  A lo largo de los distintos capítulos del libro, Michael
Lebowitz demuestra la contundencia de los análisis que
Marx realiza en El capital, explica en qué sentido
considera que su estudio es incompleto y pone en
práctica un esfuerzo teórico apasionante que demuestra
todo el potencial que tiene el pensamiento de Marx para
dar respuesta a las inquietudes teóricas contemporáneas.

                  Coincido plenamente con el autor en todo el esfuerzo que
éste realiza por construir respuestas originales a
temáticas de gran actualidad no abordadas o
insuficientemente abordadas en El Capital: durabilidad
del capitalismo y pasividad de la clase obrera; derrota
del socialismo; desaparición de la clase obrera
industrial; incapacidad de dar cuenta de la
multiplicidad de luchas democráticas actuales.

                  No coincido, sin embargo, en varias de sus reflexiones
metodológicas. Aquí mencionó las que me parecen más
relevantes. Michael Lebowitz considera que El Capital es
unilateral y yo opino, en cambio, que es más adecuado
decir que se trata de un esfuerzo teórico incompleto.
Pienso que no se puede criticar a este libro por no
abordar como un tema central la lucha de clases. Creo
que hay razones para que ésta no ocupe un lugar teórico
en El Capital, a pesar de estar omnipresente en toda su
obra. El autor resalta correctamente, por otra parte, el
tema de la separación de los trabajadores impuesta por
el capital como una de las explicaciones de su
perduración en el tiempo, pero no destaca
suficientemente aquellos aspectos contradictorios que va
generando la lógica del capital y que van constituyendo
las bases materiales y organizativas de la nueva
política económica alternativa (necesidad técnica del
trabajo colectivo; socialización de las fuerzas
productivas). Por último, hay formulaciones que parecen
cuestionar la ruptura epistemológica2 que el propio
autor dice encontrar en la obra de Marx.

                  No es posible ni tiene sentido profundizar aquí en estas
diferencias. Ninguna de ellas cuestiona el contundente
aporte que hace el autor a la reflexión marxista
contemporánea, como ha sido reconocido
internacionalmente al serle otorgado en 2004 el
prestigioso Premio Deutcher a la mejor y más innovadora
obra reciente en la tradición marxista. Y, lo que es más
importante, los instrumentos conceptuales que otorga a
la práctica revolucionaria.

                  A la vez que permite una mejor comprensión de esta
práctica, "Mas allá de "El capital" proporciona
elementos teóricos para hacerla más eficaz. ¿Cómo
comprender la sui generis revolución venezolana sin
poner de relieve que los trabajadores, los sectores
populares, se transforman a sí mismos a través de su
práctica diaria en el trabajo, en la participación a
todos los niveles, en la lucha por defender y llevar
adelante el proceso revolucionario? ¿Cómo construir una
política económica alternativa sin tener en cuenta la
necesidad de poner fin a la separación que reina entre
los trabajadores, modificar el concepto de jornada
laboral y construir un estado que permita que los
trabajadores se transformen a sí mismos a través de su
práctica?

                  Más que un rescate de Marx, el libro que presentamos es
un rescate del marxismo como la teoría que nos permite
pasar de la contemplación del mundo a su transformación
revolucionaria. No es de extrañar entonces que sean cada
vez más los grupos de revolucionarios que en diferentes
continentes hayan comenzado a estudiarlo y a tratar de
concretar sus enseñanzas en la práctica.


                  Como considero que éste no es un libro de fácil lectura
quise contribuir a estimular su estudio realizando una
síntesis bastante desarrollada de cada capítulo en el
lenguaje más sencillo posible. El lector que no guste de
esta especie de introducción pedagógica que a
continuación expongo, no tiene más que saltarse las
páginas que siguen e introducirse de lleno en la obra de
Michael Lebowitz.

                  i
                  El primer capítulo parte con la pregunta: ¿por qué
estudiar a Marx y no a economistas contemporáneos, o
hacer nuestro análisis del sistema económico actual?
Michael Lebowitz responde: por una parte, la teoría de
Marx no se limita sólo al terreno económico, es una
teoría de la sociedad en su conjunto, y por otra, no ha
habido nunca en la historia un análisis del capitalismo
tan "poderoso y revelador" como el del autor de El
Capital.

                  Luego expone brevemente el análisis que hace Marx de los
aspectos fundamentales del modo de producción
capitalista. Cómo se origina, cuál es su lógica
fundamental, lo que ocurre en la esfera de la producción
y en la esfera de la circulación, para desarrollar
finalmente el tema de las barreras y límites de este
modo de producción.

                  El capital va desarrollando una forma de producción cada
vez más adecuada al logro de su objetivo fundamental: la
ganancia, pero este proceso es contradictorio porque al
irse desarrollando va generando sus propias barreras y,
al mismo tiempo, se las va ingeniando para ir
superándolas constantemente. En ese sentido sería un
proceso infinito, pero Marx no lo pensó así: sostuvo que
el capitalismo crea a sus propios sepultureros. Lo único
que puede poner un límite real al capitalismo es la
acción en su contra de la clase obrera.

                  ii
                  El segundo capítulo explica por qué hay que ir más allá
de El Capital. A pesar de la innegable contribución de
Marx a dilucidar el funcionamiento del capitalismo,
Michael Lebowitz considera su libro incompleto porque en
él no se encuentran las respuestas a cuestiones como: la
durabilidad del capitalismo y la pasividad de su clase
obrera; la derrota del socialismo; la desaparición de la
clase obrera industrial; la incapacidad de dar cuenta de
la multiplicidad de luchas democráticas actuales. Pero
una cosa es "El Capital" y otra el pensamiento de Marx
en su totalidad. Michael Lebowitz considera que éste
contiene en sí mismo todos los elementos necesarios para
construir una concepción total e integral del mundo y
responder a las cuestiones recién planteadas.

                  Sin duda que muchas cosas han cambiado desde que Marx
escribió El Capital, pero lo que no ha cambiado es la
naturaleza esencial del capital. En dicho libro
encontramos una comprensión no superada de su dinámica,
aquella que constantemente revoluciona el proceso de
producción, que destruye las barreras que impiden el
desarrollo de las fuerzas productivas, que obliga a las
naciones a adoptar formas capitalistas de producción.

                  Quién, por otra parte, puede negar el carácter
contradictorio de la reproducción capitalista que, por
una parte, tiende hacia el desarrollo absoluto de las
fuerzas productivas y la realización de plusvalía
aumentando día a día la masa de productos disponibles en
el mercado, pero que, al mismo tiempo, crea una masa de
compradores con escasa capacidad adquisitiva debido a
los bajos salarios que éstos reciben producto de la
explotación capitalista.

                  Pocos parecen cuestionar que Marx tuvo éxito en revelar
la ley que rige el modo de producción capitalista, pero
hay otros elementos de su pensamiento que sí son
cuestionados: todavía estamos esperando la rebelión de
la clase obrera que pondría fin a la explotación
capitalista anunciada por Marx: los expropiadores no han
sido aún expropiados.

                  Otros cuestionan el reduccionismo clasista que
privilegia a la clase obrera como el sujeto del cambio
social. Para estos analistas la multiplicidad de luchas
democráticas actuales debe ser considerada como una
crítica práctica a la teoría de Marx.

                  Por otra parte, no pueden desdeñarse hechos como: el
fracaso del modelo de sociedad que se construyó
inspirado en su teoría: el socialismo de Europa del Este
y la URSS; la reducción del marxismo a ideología oficial
del estado en esos países transformándose en anatema
para muchos luchadores por la liberación humana; y la
desaparición de la clase obrera industrial como sujeto
del cambio social.

                  "¿Ha llegado entonces la hora de decir adiós no sólo a
la clase obrera -como ha postulado Gorz- sino también al
marxismo?"¿Será la teoría de Marx o será el marxismo lo
que se está cuestionando?, porque las dos cosas no son
necesariamente lo mismo. Pudo haber ocurrido que la
necesidad de responder a los hechos haya llevado a
producir deformaciones de la teoría original de Marx en
el Siglo XX.

                  Michael Lebowitz sostiene que "los muchos silencios del
marxismo, el determinismo y el fatalismo de sus leyes
objetivas, el reduccionismo y el economismo" no son
inherentes al proyecto teórico de Marx. Sin embargo,
reconoce que hay un problema en El Capital, que hay un
silencio grave en él. Un silencio que permite que los
científicos vean como único sujeto al capital, olvidando
su otro lado: el trabajador asalariado, y sostiene que
ese silencio está en la raíz de las deficiencias del
marxismo realmente existente.

                  ¿Qué hay que hacer entonces? Habría que "volver al Marx
original y no adulterado" y, usando el "método y forma
de acercamiento de Marx", es decir, su "estructura de
pensamiento", habría que desarrollar nuevos elementos de
su teoría buscando un desarrollo integral del marxismo.
"El hecho de que haya descubierto en forma brillante un
nuevo continente no significa que haya hecho un buen
mapa de él." La premisa de Michael Lebowitz es que es
posible hacerlo bien. Su libro es un esfuerzo por
demostrar -basado en el método de Marx- que la teoría
marxista contiene en sí misma todos los elementos
fundamentales necesarios para construir una concepción
total e integral del mundo que responda a las ausencias
y a los silencios señalados.

                  El tema central de "Más allá de El Capital" es la
investigación no del capital sino de la otra parte, la
parte de los trabajadores, la cuál fue poco desarrollada
en El Capital.

                  iii
                  El tercer capítulo sostiene que El capital era sólo
parte de un plan mucho más ambicioso de Marx en el que
figuraban seis libros: 1) El capital, 2) La propiedad
territorial, 3) El trabajo asalariado, 4) El estado; 5)
El comercio internacional; 6) El mercado mundial.

                  Luego de analizar las opiniones de diversos autores
sobre si luego de haber escrito El capital se mantiene o
no vigente este plan, Michael Lebowitz llega a la
conclusión de que hay temas de sumo interés que no son
abordados en esa obra con la profundidad requerida como
el tema de las necesidades de los trabajadores, tema que
debería ser abordado en el proyectado libro sobre el
trabajo asalariado. Por lo tanto, sea cual haya sido la
intención de Marx, un libro sobre este tema necesita ser
escrito.

                  Michael Lebowitz afirma que para comprender qué fue
omitido en El capital, debemos comenzar por el punto
acerca de las necesidades de los trabajadores. Como
sabemos, Marx, consideró como algo dado al conjunto de
necesidades que entran en el valor de la fuerza de
trabajo. Esta es una de las hipótesis características
del método que utilizó para destacar lo que le
interesaba resaltar. Suponer constantes las necesidades
-algo que Marx sabe que en la práctica no es así-
permite resaltar lo que varía, el trabajo no necesario
productor de plusvalía, es decir, el grado de
explotación sufrido por el trabajador.

                  Es importante, recordar aquí, como lo hace el autor, que
Marx siempre rechazó la tendencia por parte de los
economistas a tratar las necesidades de los trabajadores
como naturalmente determinadas e inmutables. Esa fue una
de sus críticas a los fisiócratas.

                  La fuerza de trabajo tiene un rasgo "distintivo" en
relación con otras mercancías: su valor depende no sólo
las exigencias físicas sino también un elemento
histórico o social. Este último elemento -advertía Marx
- está relacionado con "la satisfacción de ciertas
necesidades que brotan de las condiciones sociales en
que viven y se educan los hombres." Marx (1987: 134) Con
el desarrollo capitalista, lo que antes "aparecía como
un lujo se convierte [ahora] en algo necesario, y
necesidades que antes eran suntuarias pasan a ser
[entonces] primordiales para la industria." Así, los
viejos modelos de necesidad y lujo son reemplazados por
los nuevos. (Marx, 1985a: 381).

                  Para asegurar la realización del plusvalor, hay un
esfuerzo constante del capital por descubrir nuevos
valores de uso y crear nuevas necesidades. Este es el
elemento sobre el que descansa la legitimidad histórica
y, al mismo tiempo, el actual poder del capital. "Cada
nueva necesidad se convierte en un nuevo eslabón en la
dorada cadena que asegura los trabajadores al capital."
(Marx, 1985a: 174)

                  Michael Lebowitz considera que el análisis que hace Marx
sobre "el actual poder del capital" en los Gundrisse es
extremadamente importante. No sólo por su lucidez sino
también porque toda esta discusión está ausente en El
capital.

                  Y esas necesidades indispensables pueden aumentar o
disminuir. ¿Qué determina el grado en que los
trabajadores logran satisfacer sus necesidades?
Fundamentalmente la lucha de clases. Sin embargo, este
tema no es abordado en El Capital.

                  iv
                  Para escribir el libro faltante - sostiene el autor en
el cuarto capítulo - es necesario considerar en primer
lugar el método que utiliza Marx en su obra. Sólo
partiendo del concepto de totalidad -central en la obra
de Marx- se podrán comprender las implicaciones de los
elementos faltantes e investigar los defectos
resultantes de El capital.

                  Michael Lebowitz opina que la totalidad presentada en
este libro es incompleta: estudia el proceso de
reproducción del capital, pero no el proceso de
reproducción de la clase obrera. Aunque el trabajo
asalariado está presente en El capital -y no podía no
estarlo ya que sin él no se puede entender el capital-,
no está presente como el sujeto que actúa por sí mismo
contra el capital. No está presente la lucha de clases
desde el lado del trabajador asalariado. De ahí entonces
la conclusión del autor: El capital es unilateral e
inadecuado.

                  En cuanto al método, se nos recuerda que Marx tuvo la
intención -que nunca materializó- de escribir unas 40
páginas para hacer accesible al lector común el aspecto
racional del método que Hegel "no sólo descubrió sino
también mistificó", pero que a pesar de eso Marx
consideró muy valioso.

                  En ausencia de esta síntesis no queda entonces otro
camino que tratar de reconstruir el método de Marx
analizando sus obras.

                  Uno de los aspectos a destacar de ese método es que pone
énfasis en el "todo". El objetivo de era comprender la
sociedad burguesa como una totalidad, como un todo
interrelacionado. Este énfasis en la totalidad y en la
interconexión orgánica de sus partes, contrasta con el
método empleado por la ciencia burguesa que parte
siempre del punto de vista del individuo.

                  Si pensamos en las partes individuales como "miembros de
una totalidad" (Marx, 1895a:15) no se puede sostener una
concepción del cambio como el resultado de estímulos
exógenos. Por el contrario, el movimiento y la dirección
de la sociedad burguesa debe ser considerado como un
"auto-movimiento", un desarrollo orgánico inherente a la
naturaleza del sistema donde el movimiento es el
resultado de una acción recíproca entre sus diversos
componentes.

                  Comprender el mundo como un todo interrelacionado es
sólo un aspecto del método de Marx. Otro aspecto es cómo
él desarrolla la comprensión de ese todo.

                  Para Marx la mera observación y estudio empírico no
puede captar las interrelaciones de una totalidad
concreta. Si así fuera, no habría necesidad de la
ciencia ni del pensamiento abstracto. Todo lo que
resulta de la simple observación es "una concepción
caótica del todo." (Marx, 1985a: 15). El investigador
"debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto,
analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear
su nexo interno." (Marx, 1983a: 19). Y la manera de
hacerlo es comenzar con los conceptos y las
"determinaciones más simples", hasta llegar a deducir
lógicamente una concepción del todo "como una rica
totalidad compuesta por muchas determinaciones y
relaciones." Este era el "método científicamente exacto"
(1985a: 15)

                  Marx explica que, contrariamente a lo que comúnmente se
cree, había que "elevarse de lo abstracto a lo concreto
del pensamiento" donde se da esa concatenación de
múltiple determinaciones.

                  Tanto Marx como Hegel ponen en práctica un proceso de
derivación dialéctica, pero Hegel se queda puramente en
el reino del pensamiento: realiza un movimiento del
concepto al concepto impulsado sólo por la revelación de
las relaciones lógicas; mientras que Marx tiene siempre
la totalidad real ante él, y su objetivo es
comprenderla.

                  Este proceso de deducción que aplica Marx, al contrario
del que aplica Hegel, no es una cuestión del
"pensamiento concentrado en sí mismo, que se profundiza
y se mueve por sí mismo," sino que la totalidad de
pensamiento es un producto de "la elaboración de la
intuición y la representación en el concepto." (Marx,
1985a: 16)

                  Otra cosa que diferencia a Marx de Hegel es la relación
entre el orden histórico y el orden lógico. Según Marx
el primero no puede dictar el orden del segundo; no hay
una relación necesaria entre el orden histórico y el
lógico.

                  Michael Lebowitz se detiene luego en el análisis de los
momentos claves del proceso de construcción del concreto
de pensamiento en El capital. Comienza analizando la
mercancía, la forma elemental de la riqueza en la
sociedad capitalista, y termina con el ciclo del
capital.

                  El capital comprendido como una totalidad, como un todo
interrelacionado, produce y reproduce productos
materiales y relaciones sociales, que son a su vez
presupuestos y premisas de la producción capitalista.

                  Sin embargo, el autor se pregunta si en el capital como
un todo nos encontramos con una totalidad realmente
adecuada. ¿Podemos decir que lo que encontramos es un
todo orgánico en el que todos los supuestos son
resultados, y todos los puntos de partida son puntos de
retorno?

                  La respuesta es negativa, hay un elemento que no es
parte del capital, que no es producido ni reproducido
por el capital. Este elemento es un punto de partida
pero no de retorno en el ciclo del capital, una premisa
que no es un resultado del mismo capital, que es
exterior a él. Y este elemento: la reproducción de la
clase obrera, es necesario para la reproducción del
propio capital.

                  Considerando el modelo de reproducción simple, Michael
Lebowitz sostiene que el sistema sólo puede estar
completo si se da otro proceso de producción distinto
del proceso de producción del capital: la producción de
la fuerza de trabajo en el curso del consumo de
artículos de consumo. De esta manera, el ciclo del
capital implica necesariamente un segundo ciclo: el del
trabajo asalariado.

                  ¿Y dónde debía ser analizado este segundo momento de la
producción? Según el autor, éste es uno de los temas que
debe ser abordado del libro faltante sobre el Trabajo
Asalariado.

                  Hasta ahora hemos visto al trabajador asalariado como un
momento en el interior del capital, tal como existe para
el capital: como un trabajador separado de los medios de
producción. Luego del proceso de compra venta de fuerza
de trabajo, ésta se incorpora al interior del capital.
Ahí vemos al trabajador asalariado obligado a trabajar
subordinado a la voluntad del capital a los efectos de
lograr el objetivo que éste persigue: la valorización
(auto-expansión). Y finalmente vemos al trabajador
asalariado nuevamente en la esfera de la circulación,
mientras el capital busca realizar el plusvalor
contenido en las mercancías que han sido producidas.

                  El trabajo asalariado está presente en cada momento del
ciclo del capital no sólo como productor de plusvalor,
sino también como consumidor. Pero el capital como una
totalidad, no incluye en su interior una condición que
es necesaria para la reproducción del capital: el
mantenimiento y reproducción de la clase trabajadora. Es
necesario considerar al trabajador asalariado en tanto
existe fuera del capital.

                  Y, así como el proceso de producción del capital tiene
como su objetivo la valorización del capital, el proceso
de producción del trabajador tiene como objetivo
satisfacer sus necesidades. Por un lado, tenemos el
capital para sí, valor para sí; por el otro lado,
tenemos la fuerza de trabajo para sí, el valor de uso
para sí. El proceso de producción del trabajador es un
proceso de consumo: debe consumir valores de uso para
satisfacer sus necesidades fisiológicas y otras. El
resultado del proceso de producción es el mismo obrero,
que se reproduce como capacidad de trabajo vivo y
transforma su naturaleza. Esta actividad es, a la vez,
ejercicio y cultivo de la fuerza de trabajo.

                  Pero ¿cuáles son los requisitos de este particular
proceso de producción del trabajador? Primero, debe
poder conseguir los valores de uso requeridos. Segundo,
requiere de tiempo. El hombre necesita tiempo para la
satisfacción de necesidades espirituales y sociales,
cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en
general por la civilización. El trabajador necesita
tiempo libre para su desarrollo completo: para la
educación humana, para el desenvolvimiento intelectual,
el desempeño de funciones sociales, para el trato
social, para el libre juego de las fuerzas vitales
físicas y espirituales.

                  En resumen, este particular proceso producción no es en
absoluto un proceso natural de producción, sino la
producción de una relación social particular, la
producción del trabajo asalariado.

                  Pero como la producción capitalista está determinada por
el objetivo de valorización del capital y no por las
necesidades sociales de los trabajadores, siempre existe
una brecha importante entre las necesidades que el
capital considera como imprescindibles y las necesidades
sociales del trabajador, y eso significa que el
trabajador se produce como necesitado. Por eso, la lucha
por salarios más altos es inherente al trabajador
asalariado como ser-para-sí.

                  Lo que surge al estudiar el trabajo asalariado es la
lucha de clases desde el lado del trabajador asalariado.
En oposición al cuadro expuesto en El capital, hay dos
"deber ser": no solamente la necesidad del capital por
valorizarse sino también la necesidad del trabajador de
desarrollarse. Una lucha de contrarios está presente en
cada aspecto de la relación entre el capital y el
trabajo asalariado, en la que cada parte trata de
reducir al otro a la dependencia.

                  Michael Lebowitz destaca que no está sugiriendo que El
capital es unilateral porque excluye al trabajo
asalariado como tal. Es evidente que éste está presente:
sin la presencia del trabajo asalariado no se podría
hablar del desarrollo del capital. Está presente como la
barrera que el capital debe continuamente rebasar en su
intento por crecer, pero no lo está como el sujeto que
actúa por sí mismo contra el capital.

                  El examen que realiza el autor sobre el trabajo
asalariado comienza como una investigación de lo que
está latente en el capital como totalidad, algo exterior
pero necesario. Queda por completar el segundo "momento
dialéctico", la constitución de la unidad entre el
trabajo asalariado y el capital.

                  Consideremos el proceso de producción del capital y el
del trabajo asalariado. En primer lugar, estos procesos
son opuestos. En el primero, la fuerza de trabajo es
consumida por el capital, existe para el capital; en el
segundo, la fuerza de trabajo es consumida por el obrero
y existe para el obrero. En el primero, los medios de
producción poseen y dominan al trabajador; en el
segundo, ellos son poseídos y dominados por el
trabajador. La diferencia entonces es la del trabajador
para el capital versus el trabajador para sí.

                  Por otro lado, estos procesos se excluyen entre sí. El
trabajador no puede ser simultáneamente para el capital
y para sí. Cuanto más tiempo existe el trabajador para
el capital, menos tiempo tiene para sí. En forma
similar, cuanto mayor es la intensidad de trabajo para
el capital, más la energía del trabajador asalariado es
consumida por el capital y menos tiene disponible para
sí. De este modo, el trabajo para el capital es distinto
del trabajo para sí; es trabajo alienado de sí. El
trabajador es sólo para sí cuando no es un trabajador
para el capital.

                  v
                  El quinto capítulo sostiene que así como en El capital
se desarrolla la economía política del capital, habría
que desarrollar la idea de Marx de la existencia de una
economía política del trabajo asalariado. Michael
Lebowitz señala en este capítulo varios elementos de lo
que podría ser esa política económica alternativa. Y en
este sentido hace interesantes reflexiones sobre el
papel que juega la competencia en el seno de los
trabajadores para favorecer los intereses del capital.
Además, muestra como la cooperación y la lucha política
-no meramente sindical- son la principal arma de los
trabajadores contra El Capital. Es a través de la
cooperación que los trabajadores vencen el esfuerzo del
capital por separarlos, con el objetivo de debilitar su
resistencia a la explotación y es a través de ella que
se crean las condiciones para la combinación y unidad
que les permitirá tomar para sí los frutos de la
cooperación.

                  Michael Lebowitz comienza señalando que para el joven
Marx, el capitalismo estaba claramente caracterizado por
dos aspectos contradictorios y sus relaciones dinámicas:
el capital y el trabajo asalariado, y es la lucha de
clases la que conduce inexorablemente a la resolución de
esta contradicción. Marx criticaba a la economía
política existente en su época porque veía al trabajador
sólo desde la perspectiva del capital.

                  Pero ¿acaso no es ésta la posición que adopta en El
capital? Cómo hemos visto, Marx considera allí al
trabajador meramente como el mediador que permite el
crecimiento del capital. No es considerado como el
sujeto. Por ello Michael Lebowitz sostiene que Marx no
desarrolló el lado del trabajador asalariado en la
relación con el capital.

                  Precisa, que esa omisión no debería conducirnos, sin
embargo, a concluir que Marx cambió de idea y abandonó
su concepción del capitalismo como un todo. Ofrece dos
argumentos que apoyan esta afirmación: uno lógico y el
otro que se sustenta en los propios escritos de Marx. En
primer lugar, la parte del trabajo asalariado está
presente en El capital en forma latente. Al desarrollar
el concepto del capitalismo como un todo se sugiere una
continuidad esencial entre el pensamiento del joven Marx
y el Marx maduro. Ese concepto del capitalismo como
totalidad está siempre presente, pero su presencia ha
sido velada por un silencio: la consumación
exclusivamente de la parte del capital.

                  Pero esto no implica que no haya habido desarrollos
significativos, ni rupturas epistemológicas entre la
posición del joven Marx y la del maduro. Michael
Lebowitz sostiene que sí los hubo y que la principal
ruptura se manifiesta en los Grundrisse coincidiendo con
su relectura de la Ciencia de la Lógica de Hegel. Allí
encontramos el desarrollo de una nueva forma de
comprender al capital como parte de esa totalidad: el
capital como autovalorización, como valor-para-sí; el
concepto de capital como un concepto que debe contener
en su interior todos sus desarrollos posteriores. A
partir de esta obra Marx habría abandonado la
explicación del progreso del capital a partir de sus
formas exteriores de manifestación como resultados de la
competencia de muchos capitales, tal como lo había hecho
en sus escritos anteriores a los Grundrisse.

                  Con este "corte" -una ruptura que no ha sido reconocida
adecuadamente- Marx anunció como un primer principio la
necesidad de aprehender completamente la naturaleza
interna del capital: capital versus trabajo asalariado
es valor para sí versus valor de uso para sí; dinero
versus fuerza de trabajo; dinero versus mercancía; valor
versus valor de uso.

                  Entonces, ¿por qué no vemos esta nueva concepción del
capitalismo como un todo en El capital? Michael Lebowitz
sostiene que Marx pospuso su investigación acerca del
trabajo asalariado para concentrarse en el aspecto del
capital en general y detuvo mucho en este aspecto
tratando de apoyar sus conclusiones teóricas con hechos,
hasta el punto de que ni siquiera pudo terminar su libro
sobre el capital.

                  No cabe duda que hay una lógica en la elección de Marx.
Sin embargo, al no haber puesto relevancia suficiente en
la parte del trabajo asalariado, Michael Lebowitz
sostiene que todo su proyecto está teñido de cierta
unilateralidad. El trabajo asalariado para sí y el
capitalismo como un todo están presentes, pero sólo lo
están "embrionariamente".

                  Por otra parte, sus escritos de la época en que escribía
El Capital revelan que él no estaba pensando en que los
trabajadores sólo existían para el capital. Recordemos
su "Discurso Inaugural" en la reunión de la Primera
Internacional. Allí señaló que no existía una, sino dos
economías políticas: la del capital y la de la clase
obrera. Consideró el triunfo de la Jornada de 10 horas y
el surgimiento del movimiento cooperativo como sendas
victorias de "la economía política de la clase obrera."

                  Pero ¿cuál es esta economía política de los trabajadores
que desafía la economía política del capital? Y, ¿qué
significan dichas victorias?

                  Michael Lebowitz se propone responder a la primera
pregunta tratando de reflexionar acerca de esa política
económica alternativa. Su punto de partida es la
descripción que hace Marx de la ciega imposición de las
leyes de la oferta y la demanda como parte de la
política económica del capital.

                  La competencia entre capitales es esencial al
capitalismo, es la manifestación en la superficie de las
leyes internas del capital, de su lógica de
funcionamiento. Los trabajadores, por el contrario, sólo
negando la competencia entre ellos y participando en la
cooperación en gran escala pueden presionar en el
sentido contrario al capital y producir soluciones
óptimas para los trabajadores.

                  Pero ¿por qué los trabajadores deben negar la
competencia? ¿Qué hay en la esencia del trabajo
asalariado que sólo mediante la cooperación y la
combinación es que actúa en su propio interés? Hay dos
principios específicos, implícitos en El Capital que son
relevantes para la investigación del autor. El primer
principio es que toda cooperación y combinación del
trabajo en la producción genera una productividad
combinada y social del trabajo que excede la suma de las
productividades individuales y aisladas. La cooperación
da como resultado "la creación de una nueva fuerza
productiva, que es intrínsicamente colectiva." (Marx,
1983a: 400). La simple combinación del trabajo como tal
no sólo acrecienta la productividad social, sino que
produce también un mejoramiento de la productividad
individual producto del trabajo codo a codo de los
obreros.

                  El segundo principio en cuestión tiene que ver con la
distribución de los beneficios de la fuerza socialmente
productiva del trabajo. Michael Lebowitz sostiene que
quienes median entre los productores están en la
posibilidad de capturar los frutos de esa cooperación.
Así ocurre tanto en la producción pre capitalista como
en la capitalista. ¿Por qué no pueden los productores
mismos apoderarse de los frutos de la cooperación en la
producción? Aunque el aspecto positivo del capitalismo
es que socializa la producción y crea una
interdependencia entre los trabajadores, es decir, un
trabajador colectivo, su aspecto negativo es que el
capital exige la separación y la división entre los
asalariados. Y es sólo mediante la lucha por reducir el
grado de separación entre ellos, que los trabajadores
pueden lograr sus objetivos.

                  De este modo, Marx no se limitó a desarrollar una
crítica de la economía política del capital, también
reveló su antítesis: la economía política de la clase
obrera, que resalta la combinación del trabajo como la
fuente de productividad social y la separación de los
trabajadores como la condición de su explotación.

                  Pero Marx también señaló los límites de las fábricas
cooperativas de aquella época. Ellas necesariamente
reproducían los defectos del sistema existente. Para
convertir la producción social en un sistema grande y
armonioso de trabajo libre y cooperativo, se necesitaba
realizar cambios sociales generales y éstos sólo pueden
ser materializados mediante la transferencia del poder
estatal de los terratenientes y capitalistas a los
productores (Marx, 1866: 346).

                  Pero a pesar de sus límites, estas fábricas cooperativas
eran consideradas por Marx como una gran "victoria"
porque eran una demostración práctica de que el capital
no era necesario como mediador en la producción social.

                  Por otra parte, en relación a los sindicatos obreros, su
papel es precisamente contrarrestar la tendencia del
capital explotar al máximo a la fuerza de trabajo. Y
aunque al principio los trabajadores son inicialmente
reunidos por el capital para los objetivos explotadores
de éste, el hecho de estar concentrados en un mismo
lugar de trabajo los lleva a reconocer su unidad como
productores y a comprender su poder contra el capital.
Disminuye su grado de separación y crece su resistencia.

                  Sabemos que la insubordinación de los obreros era
constante en las manufacturas y que el capital superó
esta barrera creando la industria moderna y el sistema
fabril, que trajeron nuevas formas de competencia entre
los trabajadores. La máquina no sólo sustituyó el
trabajo de muchos obreros, sino que también se convirtió
en "el arma más poderosa para reprimir las periódicas
revueltas obreras, las huelgas, etcétera, dirigidas
contra la autocracia del capital." (Marx, 1983a: 530).

                  Michael Lebowitz sostiene que Marx sobreestimó la
victoria del capital en su época al introducir la
maquinaria y subestimó la capacidad de los obreros a
poner límites "a la tiránica usurpación del capital"
presionando en sentido contrario. Considera que el
desarrollo de la industria de maquinarias hace al
capital más vulnerable al arma de las huelgas. Por eso
el capital busca introducir otros medios para dividir a
los trabajadores como el trabajo a destajo y distintas
formas de segmentación del trabajo.

                  Marx señaló el papel de los sindicatos para
contrarrestar todo esto. Pero el problema es que los
sindicatos actúan en oposición a capitales específicos y
particulares y el poder que deben confrontar es el del
capital como una totalidad. Si no enfrentan al capital
global, las luchas se limitan a paliar los efectos del
capitalismo en el interior del mercado laboral y en el
lugar de trabajo, y no logran dirigirse contra las
causas profundas de dichos efectos. Por eso Marx
advertía que los sindicatos se limitaban a hacer una
guerra de guerrillas contra el capital y que deberían ir
más allá de las luchas puramente económicas.

                  En su análisis acerca de la importancia de la lucha por
la Ley de las Diez Horas, Marx revela claramente que el
trabajo asalariado necesita de la lucha política y el
uso del estado para doblegar al capital. Sólo así puede
forzar al capital a dar satisfacción a sus intereses en
forma general.

                  En la raíces del poder del capital en general está su
poder como propietario de los productos del trabajo,
algo que los trabajadores sólo pueden desafiar actuando
políticamente como clase para imponer una ley que limite
la jornada laboral o para hacer que el estado sirva a
los intereses de los asalariados, por ejemplo,
legalizando y apoyando la existencia de sindicatos o
llevando adelante políticas que reduzcan el nivel de
desempleo. Conquistar el poder político tiene que
convertirse, por lo tanto, en "el gran deber de la clase
obrera." (Marx, 1864: 384).

                  La totalidad de las dimensiones de la economía política
de los asalariados sólo se aclara si se considera al
capital como un todo. Cuando analizamos el circuito del
capital, nos percatamos sólo del papel del capital como
mediador.

                  Una vez que comprendemos la concepción de Marx de la
economía política de la clase obrera, nos damos cuenta
que va mucho más allá de las cuestiones sindicales. Sin
embargo, debemos reconocer que no hemos llegado todavía
al punto donde podamos decir que ya poseemos una visión
completa de la economía política de la clase obrera y la
lucha política que esta incluye. Esta es una de las
razones por la que este capítulo en lugar de llamarse
"economía política de la clase obrera" se llama
"economía política del trabajo asalariado." Necesitamos
comprender, por ejemplo, los límites del estado
capitalista para ir más allá del capital. Por cierto,
tenemos todavía que investigar a fondo cómo los
trabajadores pueden ir más allá del capital, en lugar de
limitarse a perseguir sus intereses sólo dentro del
capitalismo.

                  vi
                  El sexto capítulo aborda el tema de los salarios y de la
lucha de clases con ellos relacionada. Sostiene que la
forma en que El capital analiza el tema, dando por
sentada la cantidad de medios de subsistencia que el
trabajador necesita para reproducir su fuerza de
trabajo, no da cabida a la investigación de los efectos
de la lucha de clases sobre los salarios. Michael
Lebowitz explora en este capítulo qué ocurre cuando se
abandona dicha hipótesis y sostiene que sólo entonces se
ve clara esta relación. Al no considerar esa posibilidad
Marx no pudo centrarse en los trabajadores como seres
humanos y fue conducido hacia explicaciones naturalistas
y funcionalistas. Y esto produjo un marxismo unilateral.

                  En lugar de investigar los efectos de la lucha de clases
sobre los salarios, se dejó de lado en El capital lo que
tenía que ver con los salarios reales o el nivel de
necesidades que los trabajadores pueden satisfacer.

                  En consecuencia, con respecto a los salarios, Marx sólo
analizó explícitamente en El Capital el efecto del
aumento de la productividad sobre el valor de la fuerza
de trabajo. Sin embargo, no ignoraba que había otras
explicaciones de los cambios que podían sufrir los
salarios, como, por ejemplo, la competencia de los
trabajadores desempleados dispuestos a reemplazar de
inmediato a los trabajadores que pudiesen ser
despedidos.

                  Dado que Marx no terminó este análisis, es decir, no
trató el patrón de necesidades como variable, Michael
Lebowitz se propuso en este capítulo continuar el
proyecto de Marx considerando las combinaciones que éste
no exploró.

                  La más importante de ellas es la hipótesis que parte de
la base de que tanto la productividad como el patrón de
necesidades son magnitudes variables. En sus manuscritos
económicos Marx planteó tres posibilidades para el caso
de aumento de la productividad. En el primer caso, el
trabajador recibe la misma cantidad de valores de uso
que antes y, por lo tanto cae el valor de su fuerza de
trabajo. En el segundo caso, aumenta la cantidad de los
medios de subsistencia, y en consecuencia el salario
medio, aunque no en la misma proporción que la
productividad del trabajador. En este caso caen el
trabajo necesario y el valor de la fuerza de trabajo.
Finalmente, el tercer caso, ocurre cuando la
productividad y el patrón de necesidades suben al mismo
ritmo. En este caso no habría cambio en el plusvalor,
aunque éste como los salarios representaría una mayor
cantidad de valores de uso que antes.

                  Entonces, si abandonamos la hipótesis de la
invariabilidad del patrón de necesidades, surge la
posibilidad de una historia totalmente diferente; de un
incremento en la productividad sin cambios en el
plusvalor.

                  Este tema es fundamental: si el equilibrio de las
fuerzas de las clases es tal que mantiene la tasa de
explotación constante, el efecto del aumento de la
productividad será un incremento en los salarios reales
y no un crecimiento del plusvalor relativo. Para que
prevalezca cualquier otro resultado en este caso, se
necesita un cambio en el mercado laboral. Sólo un grado
cada vez mayor de separación entre los obreros iniciado
por la introducción de la maquinaria asegura que la
productividad crecerá en relación al salario real.

                  En resumidas cuentas, es posible que los salarios reales
crezcan mientras la tasa de explotación también crece.
Es posible que los trabajadores puedan lograr una mayor
participación cuantitativa en el reparto de la riqueza",
aunque siga ensanchándose el abismo entre la lo que
recibe el trabajador y lo que recibe el capitalista.

                  La coexistencia de salarios reales crecientes y una tasa
de explotación creciente, no es sólo una posibilidad
teórica, Marx observó que los salarios reales eran más
altos en los países donde el capitalismo estaba más
desarrollado, pero también lo era la tasa de
explotación. Presumiblemente la combinación de salarios
reales más altos y explotación más alta surge allí donde
el capitalismo está más avanzado. En esos países, no
sólo la productividad tiende a ser mayor, sino que
también las formas de cooperación desarrolladas entre
los trabajadores asalariados.

                  ¿Qué sentido tiene entonces la hipótesis de Marx acerca
de la invariabilidad del patrón de necesidades? Gracias
a ella Marx pudo concentrar toda su atención en la
tendencia inherente del capital a disminuir el trabajo
necesario y revolucionar los medios de producción. Pero
al congelar el patrón de necesidades dentro de una
hipótesis de productividad creciente, congeló de hecho
la parte del trabajador en la lucha de clases.

                  vii
                  El séptimo capítulo afirma que en la obra de Marx en
general encontramos su concepción original del
capitalismo como un todo, pero que esta concepción
habría sido abandonada en El capital que investiga sólo
la parte del capital y no la parte del trabajo
asalariado y por eso es unilateral. Michael Lebowitz
considera El capital como un proyecto epistemológico
incompleto y, por esta razón, si se le estudia como una
obra aislada, surgen problemas serios como el
determinismo económico, el economicismo y el trato de
las fuerzas productivas como neutrales.

                  Este enfoque unilateral impide, además, comprender a
fondo hasta qué punto las tendencias del capital están
impregnadas de la necesidad de dividir a los
trabajadores. El autor sostiene que el capital puede
sacrificar el obtener niveles máximos de productividad
con tal de dividir a los trabajadores.

                  Luego analiza tres conceptos que han sido sufrido de
este enfoque unilateral: el de reproducción del trabajo
asalariado; el de riqueza y el de trabajo productivo. Y
termina diciendo que de alguna manera Marx es
responsable de aquel marxismo unilateral que por lo
inadecuado de sus conceptos es incapaz de comprender la
totalidad concreta. Ese marxismo cuya mejor ilustración
es ese Proletariado Abstracto que no tiene otra
alternativa que derrocar al capital.

                  El silencio en cuanto a la oposición que ejercen los
trabajadores para reducir la tasa de plusvalor ha sido
teóricamente sustituido por la oposición entre los
capitales individuales para explicar el desarrollo de
las fuerzas productivas en el capitalismo.

                  Este es uno de los aspectos de la unilateralidad de El
capital. Pero, el problema no está sólo en que no se
desarrolla la parte del trabajo asalariado, sino en que
al no comprender bien esa parte, tampoco se comprende
bien la propia parte del capital dentro del capitalismo.
Michael Lebowitz concluye de ello que El Capital es
simplemente un momento en el desarrollo de la totalidad.

                  Si no se reconocen explícitamente los objetivos de los
trabajadores y sus luchas por hacerlos realidad, ¿cómo
podemos considerar esas acciones del capital que son
llevadas a cabo para dividir al trabajo asalariado
contra sí, para derrotarlo?

                  En el capitalismo como un todo el capital no busca
simplemente hacer realidad su propio objetivo, la
valorización; también debe tratar de impedir la
realización de los objetivos del trabajo asalariado.

                  La capacidad de dividir y separar a los trabajadores
para poder derrotarlos es una condición necesaria para
la existencia del capital. Más que una característica
fortuita o accidental, esta es una tendencia interna del
capital. Esto tampoco es considerado por El Capital.

                  ¿Qué impide a los trabajadores apropiarse de todos los
beneficios de la productividad incrementada? La
condición necesaria para un menor trabajo necesario es
el debilitamiento del poder relativo de los
trabajadores. El capital necesita un aumento en el nivel
de separación entre los obreros. No entender la
tendencia interna del capital a separar a los obreros
conduce a considerar "neutrales" y de carácter abstracto
a la tecnología y las fuerzas productivas, en vez de
verlas como una encarnación de las relaciones
capitalistas de producción. Ambas características
típicas del economismo.

                  Cuando comprendemos este lado del capital, no sólo vemos
como algo lógico que los capitalistas constantemente
busquen modos de incrementar el nivel de separación de
los obreros, sino que entendemos que no sean
indiferentes a la influencia de cualquier innovación
sobre la capacidad de los obreros a asociarse.

                  El grado de separación o división entre los trabajadores
es una variable crítica, hasta el punto que el capital
prefiere adoptar medidas para lograr dicho objetivo
aunque ellas perjudiquen la productividad. De hecho,
gran parte de lo que ocurre con la globalización
capitalista es un intento por debilitar a los obreros,
por evitar grandes concentraciones de trabajadores, por
desunirlos y desorganizarlos.

                  Las divisiones entre los trabajadores son producidas y
reproducidas como una condición de la existencia del
capital.

                  De este modo, ver simplemente al trabajo asalariado para
sí y sus luchas por alcanzar sus metas inmediatas
(salarios más altos, jornada laboral más corta,
etcétera), no es situarlo adecuadamente en el interior
de la totalidad, como trabajo asalariado en relación al
capital.

                  La lucha necesaria de los obreros para superar las
diferencias entre ellos y dividir al capital, es decir,
la lucha por derrotarlo no aparece en El capital. Esto
también es economicismo.

                  El fracaso de El capital en completar esa totalidad
facilita las interpretaciones economicistas de las leyes
determinísticas y objetivas. Las tendencias unilaterales
son un producto natural de los significativos conceptos
unilaterales que aparecen en El capital. Michael
Lebowitz analiza tres de estos conceptos.

                  El primero de ellos es el de la reproducción del trabajo
asalariado. En el centro del concepto del valor de la
fuerza de trabajo está la reproducción del trabajo
asalariado, que sigue siendo una condición necesaria
para la reproducción del capital.

                  Como sabemos, Marx sostiene que el valor de la fuerza de
trabajo es el valor de los artículos de primera
necesidad "requeridos para producir, desarrollar,
mantener y perpetuar la fuerza laboral." (Marx, 1987:
108-9).

                  En la historia clásica, la creciente demanda de trabajo
por parte del capital conduce a salarios más altos,
incrementando la oferta laboral y un regreso del salario
a su tasa natural una vez que se ha llegado al nivel de
mano de obra deseado.

                  Para producir para el capital una cantidad definida de
trabajo se requiere una cantidad definida de medios de
subsistencia. La reproducción del trabajo asalariado
vista desde esta perspectiva gira alrededor de asegurar
que el apetito del capital por plus trabajo no dé lugar
a "la futura degradación y despoblación incontenible de
la humanidad" (Marx, 1983a: 325).y por esta vía a la no
reproducción del capital.

                  A diferencia de la historia clásica, existe una segunda
historia. En el capítulo final del Tomo I de El capital,
cuando aborda la moderna teoría de la colonización, Marx
señala que para perpetuar la fuerza de trabajo, el
capital procura que los salarios sean lo suficientemente
bajos como para impedir que los ahorros de los
trabajadores les permitan abandonar la situación de
asalariado, porque si logran ahorrar una cantidad
suficiente tienden a convertirse en granjeros
independientes.

                  En el curso normal de las cosas, el capital camina por
dos sendas. Por una, sustituye los trabajadores por
maquinaria y en consecuencia presiona hacia abajo los
salarios, mediante la producción de una sobrepoblación
relativa de trabajadores que presionan en el mercado de
trabajo bajando los salarios. Por la otra, sin embargo,
el capital genera constantemente nuevas necesidades en
los trabajadores y cada nueva necesidad es un nuevo
eslabón en la cadena que sujeta los obreros al capital.
Marx se refería a esta situación como el poder
contemporáneo del capital.

                  En la reproducción ampliada lo que el capitalista quiere
es el crecimiento del valor (en verdad, el crecimiento
del plusvalor); lo que quiere el obrero, por el otro
lado, es el crecimiento del valor de uso. Y, las dos
reproducciones ampliadas son compatibles si crece la
productividad. Por consiguiente, el afán capitalista por
desarrollar las fuerzas productivas debería verse a la
luz de la lucha de los obreros por la reproducción
ampliada.

                  Otro concepto que analiza el autor es el de riqueza.
Marx considera a la fuerza de trabajo y a la tierra como
fuentes primarias de la riqueza. La riqueza para el
capital es valor, plusvalor, plusvalor acumulado, en su
forma general como dinero y en su forma particular como
medios de producción. Para el trabajador, en cambio, la
riqueza son los valores de uso que entran en la
producción y reproducción del trabajador y responden a
las necesidades no de un ser humano abstracto sino de un
ser humano particular producido en el seno de la
sociedad. En resumen, la riqueza es inseparable de los
seres humanos y sus cualidades en un país y época dados.

                  En el corazón de la comprensión de Marx acerca de la
riqueza real está su concepto del "ser humano rico": un
ser humano que ha desarrollado sus capacidades y
habilidades. Lo característico del capital es que en la
medida en que crece "crea los elementos materiales para
el desarrollo de una rica individualidad que es tan
universal en su producción como en su consumo" (Marx,
1985a: 202-3). Pero el capital lo hace de una manera
contradictoria, que impide el libre y completo
desarrollo del potencial humano.

                  A diferencia de la concepción capitalista de la riqueza,
tenemos entonces un rico concepto de riqueza humana. En
El capital no encontraremos esta concepción de la
riqueza real.

                  Podemos decir que ese no era el objetivo de El capital.
Lo que hizo Marx en el mismo fue identificar y analizar
la naturaleza de la riqueza capitalista. Reveló que la
riqueza desde el punto de vista del capital era el
resultado de la explotación del asalariado. Sin embargo,
el consiguiente fracaso de los discípulos de Marx en
elaborar el concepto alternativo de riqueza es
equivalente a la sumisión de éstos al concepto de
riqueza del capital. Permite sacar la conclusión de que
la misma surge sólo del y mediante el capital.

                  El tercer concepto que analiza Michael Lebowitz es el de
trabajo productivo. Para el capital el trabajo
productivo es el trabajo que produce plusvalor. Para el
trabajador el trabajo productivo es aquel que produce
valores de uso para el obrero. Este concepto tiene un
sesgo de clase concreto, excluye, por ejemplo, los
"lujos" que no entran en el consumo de los trabajadores.

                  Por otra parte, actividades tan obviamente orientadas a
satisfacer la "propia necesidad de desarrollo del
trabajador" como los servicios educativos y de salud,
que suelen calificarse como trabajo "improductivo", son
obviamente productivos desde el punto de vista del
trabajador.

                  En forma similar, las actividades realizadas en el hogar
por los trabajadores y miembros de sus familias son una
parte del trabajo total necesario para la reproducción
del trabajador. Aunque este trabajo pueda ser
improductivo para el capital, en el sentido en que no
produce riqueza para él, es necesario y productivo para
el trabajador.

                  Si se aceptan dichas definiciones y, por lo tanto, no se
reconoce el carácter de clase de esos conceptos, ese
marxismo no sólo será rechazado por los movimientos
feministas y otros movimientos, sino, lo que es más
grave, no será capaz de desafiar al capital.

                  Pero no podemos culpar sólo a los seguidores de Marx de
estas deficiencias. Debemos reconocer que hay culpa
también en Marx. Él heredó conceptos, particularmente de
la economía política clásica, que terminaron siendo un
lastre.

                  El marxismo unilateral atribuye a la exclusiva acción
del capital todo lo que ocurre: acortamiento de la
jornada laboral; subida de salario; mejoramiento de la
salud pública y del sistema de escuela pública;
nacionalización de ciertos sectores de una economía,
entre otros. No da cuenta de las luchas de los
trabajadores que están detrás de estos resultados y
concesiones del capital.

                  Por último, Michael Lebowitz critica el concepto de
Proletario Abstracto, ese obrero fabril, ese no-capital
que está unido y disciplinado como resultado del
desarrollo capitalista. El autor afirma que es hora ya
de decir adiós al Proletario Abstracto.

                  viii
                  En el octavo capítulo Michael Lebowitz trata de mostrar
que también el concepto de trabajo asalariado es
limitado. Para dar cuenta de muchos fenómenos, se
requiere un concepto de trabajador más amplio que
englobe el aspecto asalariado y el no asalariado del
trabajador. Aquí cabe la reflexión sobre el trabajo
tildado de no productivo de la mujer y en general de la
familia del trabajador, y cómo las relaciones de
explotación capitalistas están sobredeterminadas por las
relaciones patriarcales que el trabajador establece en
el hogar. También reflexiona acerca de cómo el
capitalista usa en beneficio propio las diferencias
entre los trabajadores.

                  Michael Lebowitz coloca en el libro un dibujo de una
totalidad en la que aparece por un lado el capital y por
otro el trabajo asalariado dentro de un mismo círculo y
sostiene que allí falta algo. Y que ese vacío no permite
comprender la ausencia de la revolución socialista y la
prolongada hegemonía del capital sobre los trabajadores
en los países capitalistas avanzados, ni las luchas de
las mujeres por su emancipación o las luchas por la
calidad de vida y la identidad cultural.

                  Esa totalidad parece excluir de su campo de
investigación todo lo que no sea la lucha de clases
inmediata entre el capital y el trabajo asalariado. Por
lo tanto, la representación del capitalismo como un todo
es defectuosa si se compara con la totalidad concreta
real.

                  El autor reconoce que el problema reside en el concepto
de trabajo asalariado que se utiliza. Éste es una
"abstracción racional" que permite considerar sólo lo
que es común a todos los asalariados en su relación con
el capital. Los individuos son tratados como
personificaciones de categorías económicas, como
portadores de relaciones e intereses de determinadas
clases. Pero lo que existe no es esa abstracción sino
seres humanos concretos que son asalariados. Sin
embargo, acepta que sólo mediante este procedimiento de
abstracción es posible avanzar en el plano científico.

                  La crítica de Michael Lebowitz no es entonces al método
usado por Marx en El Capital, que considera a los
individuos sólo en tanto que portadores de determinadas
relaciones, sino al hecho de que Marx no haya abandonado
posteriormente esa premisa.

                  El autor se manifiesta convencido de que sólo cuando se
vaya más allá de El Capital, para reflexionar acerca del
tema del libro proyectado por Marx sobre el trabajo
asalariado, se podrá investigar todas esas "relaciones y
funciones humanas, cualquiera sea la forma en la que
puedan aparecer" que caracterizan la singularidad del
trabajador.

                  Michael Lebowitz señala que en su discusión acerca del
trabajo asalariado siempre ha estado implícito que la
persona es algo más que un simple asalariado. Dentro del
trabajo asalariado Marx distingue el trabajo propiamente
asalariado que realiza el trabajador y aquel que realiza
pero sin recibir un salario, es decir, aquel que produce
valores de uso para el trabajador.

                  Además, hay distintas maneras de obtener esos valores de
uso: una, el intercambio igual entre dos asalariados
donde exista una división del trabajo entre los dos;
otra, la división entre trabajo improductivo realizado
por un sector de trabajadores y trabajo productivo
realizado por otro sector.

                  Marx definió como relación esclavista aquella que el
asalariado mantenía con su familia para obtener una
serie de valores de uso en el hogar. Muchos marxistas,
sin embargo, han considerado esta expresión como algo
más "metafórico que científico."

                  Cuando crece el grado de miseria, ya sea debido a una
caída en los salarios reales o a un crecimiento en las
necesidades sociales, una de las opciones que tiene el
trabajador es el incremento de la explotación en el seno
del hogar, es decir, un aumento en la cantidad extra de
trabajo realizado por la esposa y los hijos. Pero,
también puede ocurrir que los miembros de la familia
sean impulsados por el propio jefe de familia a
convertirse a su vez en asalariados. El trabajador
"ahora vende a su mujer y el hijo. Se convierte en
tratante de esclavos" (Marx, 1983a: 482-3)

                  161. 200. 436. En este último caso, no todo es negativo:
el desplazamiento de la mujer hacia al mercado de
trabajo arranca "todo fundamento" (Engels, 1962: 231,
233) a la dominación masculina en el hogar proletario y
constituye una premisa para la emancipación de la mujer.

                  Lo que Marx describió es totalmente consistente con el
argumento de que además de las relaciones capitalistas,
los asalariados también pueden existir en el seno de un
"modo patriarcal de producción." El asalariado varón de
aquella época existía en el interior de dos relaciones
de clase: como asalariado en relación al capital y como
propietario de esclavos en relación con su familia.

                  Según Lebowitz, mientras el sujeto sea el capital, puede
ser adecuado considerar a estos seres humanos sólo como
asalariados. Sin embargo, tan pronto como el trabajador
asalariado se convierte en el sujeto, es necesario
considerar las otras relaciones en las que está inserto,
como la patriarcal.

                  Entonces, en el proceso de auto producirnos no sólo
consumimos valores de uso sino también las relaciones
sociales bajo las cuales son producidos esos valores de
uso. Este es un tema sobre el cual las feministas
marxistas han hecho y continúan haciendo importantes
contribuciones.

                  Aunque Marx describe la relación existente en el
interior del hogar como esclavista en su naturaleza, no
se detiene a considerar el aspecto de lucha que encierra
esta relación. Este tema es excluido por no ser objeto
de El Capital.

                  Michael Lebowitz sostiene que sería ingenuo pensar que
Marx hubiese podido desarrollar este tema en el libro
faltante sobre el Trabajo Asalariado. Lo que le interesa
demostrar es que en el interior de la estructura
marxiana existe el espacio teórico para desarrollar
estas cuestiones. Considera que no hace falta agregar
elementos extraños de manera ecléctica en esta teoría
para dar cuenta de estos temas.

                  Aunque en El Capital no fue desarrollado el tema, una
vez que comenzamos a investigar a los trabajadores como
trabajadores no asalariados, vemos que más que
asalariados abstractos, los trabajadores en cuestión son
seres humanos concretos.

                  Sería un error, sin embargo, considerar el proceso de la
producción del trabajador como ocurriendo exclusivamente
fuera del trabajo asalariado.

                  Hemos visto cómo el mismo proceso de producción
capitalista produce y reproduce a trabajadores que por
educación, tradición y hábitos, perciben los
requerimientos de ese modo de producción como leyes
naturales y no se les ocurre que pueda existir otra cosa
que la hegemonía del capital.

                  Por otra parte, también produce trabajadores que están
separados entre sí. En parte, este es el resultado del
esfuerzo consciente del capital por dividirlos y
separarlos en el mercado de trabajo y en el proceso de
producción.

                  La unidad de los trabajadores -una de las condiciones
para ir más allá del capital-no es producida por el
capital. En pocas palabras, el capital tiende a producir
la clase obrera que necesita.

                  Pero el capital no se limita a eso. Confronta también a
los trabajadores que han sido producidos por fuera de su
relación con el capital: ellos se presentan ante el
capital como seres humanos heterogéneos, es decir, como
trabajadores que ya están divididos por el sexo, la
edad, la raza y la nacionalidad. Esto contribuye a
aumentar las dificultades para unir a los trabajadores:
le suministra al capital un terreno donde éste puede
usar esas diferencias.

                  Michael Lebowitz llama la atención sobre cómo explota el
capital las contradicciones entre los obreros ingleses e
irlandeses. Marx llegó a explicar que la impotencia de
la clase obrera inglesa, a pesar de su gran
organización, se debía a ese antagonismo que dividía a
los trabajadores de ambos países en beneficio del
capital. ¿Qué decir de lo que ocurre con los
trabajadores inmigrantes de hoy?

                  ix
                  El noveno capítulo plantea la pregunta de cómo se puede
ir más allá del capital. Rechaza la tesis del marxismo
conservador que sostiene que el capitalismo llegaría a
su fin cuando ya no permitiese más el desarrollo de las
fuerzas productivas. Sostiene que tampoco se puede
pensar en que sólo la insatisfacción de los trabajadores
producida por su creciente pauperización puede conducir
a ello, porque ese malestar lleva a luchar por mejorar
la situación dentro del capitalismo y no a ir más allá
de él. Lo que trata de demostrar es que el capital está
completamente mistificado y que aún las luchas de los
trabajadores no son suficientes por sí mismas para ir
más allá del capital. Por lo tanto, lo esencial para
poder lograr este objetivo es que la clase obrera posea
una teoría que le permita desmistificar el capitalismo y
que lo haga consciente de las condiciones de su
emancipación.

                  Recordemos la afirmación de Marx de que existe una
creciente pauperización de los trabajadores en el
capitalismo y que ésta debe entenderse como la brecha
entre las necesidades de éstos -desarrolladas
socialmente- y las que son normalmente satisfechas.
Parecería ser que cuanto mayor sea la pauperización de
los trabajadores mayor será su insatisfacción, y mayores
las probabilidades de que opten por ir más allá del
capital.

                  Sin embargo, con toda razón, Michael Lebowitz señala que
más que apuntar a un más allá del capital, la
incapacidad de satisfacer sus necesidades conduce a los
trabajadores a la lucha de clases dentro del
capitalismo. La pauperización genera inmediatamente una
demanda de más altos salarios. La "barrera real" del
trabajo asalariado es el mismo trabajo asalariado.

                  Coincidiendo con Lenin, el autor señala que el capital
produce espontáneamente "una conciencia sindicalista",
pero no una conciencia que lleve a más allá de la
relación capital/trabajo asalariado, es decir, genera la
convicción de que sólo es necesario organizarse en
sindicatos, luchar por mejores salarios y por obligar al
gobierno a aprobar la necesaria legislación laboral,
etcétera.

                  Si no hay una comprensión de la naturaleza del capital,
las consecuencias de su actuación aparecen
necesariamente como resultados de una condición natural,
independiente de toda relación particular de producción.
Por ejemplo, la degradación del trabajador descrita por
Marx aparece como el resultado de la producción
industrial como tal antes que como el producto del modo
específicamente capitalista de producción.

                  El capital produce al trabajador que necesita, aquel que
considera la necesidad del capital como algo
completamente evidente. El desarrollo de las fuerzas
productivas sociales del trabajo y las condiciones de
ese desarrollo aparecen ante sus ojos como logros del
capital. Esta es la mistificación inherente al capital.
Por lo tanto, una condición fundamental para que los
obreros puedan ir más allá del capital es que logren
desmistificarlo.

                  Esta es la principal contribución de El capital de Marx.
Es allí donde se revela la naturaleza del capital, lo
que no aparece ni puede aparecer en la superficie es que
el capital es el resultado de la explotación del
trabajador.

                  Para trascender al capital era necesaria una teoría que
permitiese al trabajador asalariado tomar conciencia de
que el capital es producto de su trabajo, es decir, es
su propio producto.

                  Como señaló Marx en su discurso en la sesión inaugural
de la Primera Internacional, los obreros pueden ser
numerosos, pero sólo pueden triunfar "si están unidos
por la organización y dirigidos por el saber". La teoría
marxiana ofrece ese saber; "se transforma en fuerza
material en cuanto se apodera de las masas" (Marx, 1965:
30). Pero ¿cuáles son las características de una teoría
capaz de revelar la naturaleza del capital? Para
responder a esto debemos entender precisamente la base
de la mistificación del capital.

                  El capital no puede aparecer como el resultado de la
explotación del trabajador, porque la misma explotación
no aparece en el proceso de compra y venta de la fuerza
de trabajo. El salario es percibido tanto por el
capitalista como para el asalariado como el precio del
trabajo, como una cierta cantidad de dinero que es
pagada por una cierta cantidad de trabajo. No se ve que
lo que el capitalista está pagando es sólo la fuerza de
trabajo -sólo una cierta cantidad de trabajo equivalente
al trabajo necesario para pagar su valor-, sino se cree
que se está pagando todo el trabajo. Allí se encuentra
la base para la mistificación total del capital.

                  La venta de fuerza de trabajo -una transacción
individual- oculta la explotación, y, por lo tanto, el
capital no puede ser reconocido como el resultado de la
explotación. La relación mercantil mistifica su relación
real. Es precisamente esa relación real que no aparece a
primera vista la que debe ser puesta al descubierto por
la ciencia.

                  Para comprender la naturaleza del capital, Marx tuvo que
ir más allá de la transacción mercantil individual y
considerar al capitalismo como una totalidad.

                  Con el concepto de la reproducción del capital como un
todo, Marx pudo demostrar que la fuente del capital que
confronta a los obreros en cada transacción es el
resultado de la explotación previa de los trabajadores.

                  Considerando al capitalismo como un todo, los medios de
producción son reconocidos como el producto de otros
trabajadores, otros miembros del obrero colectivo. Si
hay una productividad incrementada como resultado de la
existencia de medios de producción particulares, no se
debe, entonces, a un poder oculto intrínseco a las
cosas, sino la actividad de los trabajadores que
produjeron esos medios de producción. Más
específicamente, esa productividad incrementada resulta
de la coordinación y cooperación del trabajo social.

                  El método de Marx de considerar al capital y el trabajo
asalariado como una totalidad fue precisamente lo que se
necesitaba para mostrar la naturaleza del capital como
el resultado de la explotación. Como argumentó
correctamente Lukacs, al escribir El Capital Marx
suministró a los trabajadores una teoría para
contrarrestar la mistificación inherente al capital.

                  Esta obra era el intento de Marx de hacer al
proletariado "consciente de la condición de su
emancipación," consciente de la necesidad de abolir la
propiedad del capital sobre los productos de su trabajo.

                  Ese era el objetivo limitado, pero sin embargo crucial
de El capital, dada la tendencia inherente en el capital
a desarrollar una clase obrera que considere las
exigencias del capital como "leyes naturales
auto-evidentes".

                  Pero El capital no es simplemente un momento en la
comprensión del capitalismo como un todo; es también un
momento en la lucha revolucionaria de los trabajadores
para ir más allá del capital.

                  El Capital de Marx es un estudio de la lógica del
capital y eso es lo que debía ser, dada la necesidad de
explicar la naturaleza del capital. Para este fin, era
necesario crear un concepto abstracto que permitiese
dejar de lado los aspectos heterogéneos de los
asalariados a los efectos de demostrar lo que todos los
asalariados tienen en común. Su objetivo era dar a los
trabajadores un arma con la que ir más allá del capital.

                  x
                  El décimo capítulo pretende destacar el papel de la
lucha de clases. Si bien es cierto que "El Capital"
señala a la clase obrera las condiciones de su
emancipación, el autor recuerda que "el arma de la
crítica" no es suficiente; que la teoría debe encarnarse
en las masas.

                  El autor insiste aquí en un tema que está presente en
todos los trabajos de Marx: el auto desarrollo de los
trabajadores a través de sus luchas, una de cuyas partes
centrales es el desarrollo del estado de los
trabajadores.

                  Estas luchas, por sí solas, no trascienden, sin embargo,
relación capital/trabajo asalariado. No obstante, en el
curso de esos enfrentamientos tiene lugar un importante
desarrollo cualitativo del trabajador. La lucha contra
el capital es un proceso de producción de la clase
obrera como Una. La clase obrera -entendida
analíticamente como clase en sí- se convierte en clase
para sí mediante su lucha contra el capital.

                  Marx describe la lucha de clases como un proceso de
producción. Aunque las necesidades que intentan
satisfacer no vayan más allá del capital, el mismo
proceso de lucha produce nuevas personas al dotarlas con
una nueva concepción de sí mismas: como sujetos capaces
de transformar su mundo.

                  ¡Nada es más central para la concepción global de Marx
que esta "coincidencia entre el cambio de las
circunstancias y la auto transformación, es decir, el
concepto de la práctica revolucionaria!," señala Michael
Lebowitz. Marx llegó a entender que los seres humanos no
son inmutables, que la lucha por satisfacer necesidades
materiales puede producir nuevas personas con
necesidades nuevas y "radicales."

                  El auto desarrollo, sin embargo, implica siempre algo
más que el mero proceso de producción material. Para
Marx, significó en particular el desarrollo de seres
humanos socialistas a través de la lucha colectiva. El
filósofo alemán veía que la producción de una
"conciencia comunista" sólo podría gestarse a través de
las luchas de los trabajadores, en un "movimiento
práctico, mediante una revolución. (Marx-Engels 1958:
78). El autor de El capital veía las guerras civiles y
luchas nacionales no sólo como elementos para provocar
un cambio en la sociedad, sino también como medios para
que los trabajadores se auto transformaran y se
prepararan para el ejercicio del poder político.

                  Al luchar contra el capital, por lo tanto, el trabajador
se producen a sí mismos de una manera diferente: 'se
despoja de sus trabas individuales y desarrolla su
capacidad'; "se auto transforma, desarrolla nuevas
capacidades e ideas, nuevos modos de interacción, nuevas
necesidades y un nuevo lenguaje." (Marx, 1985a: 351).
Mediante esta lucha los trabajadores se producen como
premisas de una nueva sociedad.

                  ¡No entender la importancia de la coincidencia entre la
modificación de las circunstancias y la auto
transformación -coincidencia que sólo puede entenderse
como "práctica revolucionaria"- es no entender el
elemento dinámico sin el cual no se puede trascender al
capital! sostiene Michael Lebowitz.

                  Aunque Marx escribió El capital para explicar a los
trabajadores contra qué estaban enfrentándose, "el
esfuerzo por comprender las ideas no es suficiente."

                  Ninguna crisis del capitalismo lo llevará a su fin en
ausencia de una lucha de clases. Contrariamente a la
tesis de la primacía de las fuerzas productivas, en la
trascendencia del capital deberían estar implicadas
muchas fuerzas sociales, no sólo las ligadas a la
estructura económica, están también -como señala Gramsci
- las influencias de "las fuerzas políticas" y las
fuerzas "político-militares."

                  El poder del capital descansa en gran medida en su
constante habilidad para dividir y separar a los
trabajadores, para ponerlos a competir entre sí, para
convertir la diferencia en antagonismo.
Consecuentemente, el esfuerzo por unirse y por reducir
el grado de separación entre ellos constituye una parte
esencial de la lucha de clases de los trabajadores.

                  Los sindicatos son vitales como centros de organización
de la clase obrera. Pero el lugar de trabajo, sin
embargo, no es el único lugar para organizarse. En 1850,
Marx y Engels identificaron a la comunidad como un sitio
en el que los trabajadores deberían unirse. Y a estos
espacios nacionales hay que agregar el espacio
internacional.

                  Michael Lebowitz se refiere al tema de las "alianzas"
entre los trabajadores y los nuevos actores sociales.
Según el autor este tema sólo se plantea como resultado
de la reducción teórica de los trabajadores a productos
unidimensionales del capital. Para Michael Lebowitz no
habría "trabajadores y nuevos movimientos sociales" sino
"trabajadores reales multidimensionales y en muchas y
diferentes relaciones sociales." Debería considerarse a
los nuevos movimientos como la expresión de otras
necesidades de los trabajadores y como el desarrollo de
nuevos centros de organización de la clase obrera
funcionando "en el amplio interés de su total
emancipación." Y, en la medida en que estas luchas estén
dirigidas contra la posición del capital como dueño de
los productos del trabajo social, tales luchas ofrecen
la posibilidad de agrupar, en lugar de mantener
separados, a todos quienes no tienen nada que vender más
que su fuerza de trabajo.

                  De hecho, los distintos movimientos (y centros de
organización) pueden respaldarse unos a otros y
fortalecer la lucha contra el capital.

                  Por otra parte, observa Michael Lebowitz, si la cuestión
social no se manifiesta solamente de una única forma,
sino que también se combina con la cuestión nacional (en
este caso, con el antimperialismo), la lucha puede ser
"infinitamente más fácil.

                  En resumen, toda lucha por modificar las circunstancias
es un proceso de auto-transformación, porque modifica a
las personas que participan en él. En la medida en que
para ser exitosas esas luchas deben ser colectivas,
ellas producen personas para quiénes la unidad se
convierte en un fin más que solamente en un medio.

                  Ciertamente, no se puede ir más allá del capital si no
existe gente en movimiento. Por otra parte, la
reproducción de la vida cotidiana, donde la gente
diariamente se auto produce como personas con
necesidades de mercancías y dependientes del capital, es
clave para el proceso que preserva al capitalismo como
un sistema orgánico. Incluso algunas luchas dirigidas
contra el capital en este sentido pueden ayudar a
mantener relaciones capitalistas. De ahí la importancia
de trabajar esos sectores.

                  Finalmente Michael Lebowitz se refiere al papel que
juega en esta lucha la conquista del poder del estado y
elabora algunas líneas sobre el carácter del nuevo
estado que los trabajadores deben construir.

                  Este estado obrero creará gradualmente las condiciones
para ir más allá del capital, para crear la sociedad
comunista. Es decir, el estado obrero no abolirá de un
plumazo la industria capitalista sino que creará una
creciente propiedad estatal.

                  Pero los capitalistas difícilmente van a aceptar este
despojo gradual. Probablemente dejarán de invertir, se
declararán en huelga y allí es donde el gobierno
socialista necesitará coraje revolucionario para
enfrentar esa situación.

                  En este proceso la industria estatal juega un papel de
gran importancia, porque garantiza la subsistencia del
proletariado. El estado obrero es un arma esencial para
llevar a cabo la lucha contra el capital.

                  El desarrollo del estado obrero produce una nueva
dimensión en la relación social entre los trabajadores.
En ese "autogobierno de los productores", los
trabajadores están relacionados como ciudadanos que se
autogobiernan en el esfuerzo de actuar de acuerdo con
los intereses de los productores en su conjunto.

                  xi
                  Por último, el capítulo decimoprimero y final del libro
plantea que para que los trabajadores se sientan
motivados a ir más allá del capital no basta que
comprendan su naturaleza sino que estén convencidos que
otro mundo es posible. Y esta es una de las cuestiones
por las que el libro sobre el trabajo asalariado es
absolutamente esencial. En este capítulo el autor
desarrolla algunos otros rasgos de la nueva sociedad
cuyo centro sería, ya no el capital, sino el trabajador
colectivo. Termina reafirmando la centralidad de la
práctica revolucionaria para el auto-desarrollo del
trabajador colectivo y la necesidad de empezar a
construir de inmediato el otro mundo alternativo al
capitalismo.

                  La consideración del patrón de necesidades como
inmutable, la ausencia de reflexión sobre la importancia
del grado de separación entre los trabajadores y la
centralidad del trabajador como un sujeto que se
desarrolla a través de sus luchas, son aspectos no
abordados en El capital. Estas ausencias hacen de la
teoría contenida en él una teoría no adecuada para los
requerimientos de la lucha. Por eso, según Lebowitz, la
elaboración del libro faltante sobre la política
económica del trabajo asalariado es tan crítica.

                  Este silencio tiene sus consecuencias. No sólo limita la
capacidad del marxismo para demostrar a los trabajadores
que son sus productos y su poder los que se vuelcan
contra ellos, sino también impide la posibilidad de
revelar que hay una alternativa al capitalismo. Esta
alternativa está íntimamente ligada a la economía
política de la clase obrera.

                  Marx imaginaba una clara alternativa: una sociedad de
productores asociados, en la que la riqueza social, en
lugar de ser apropiada por los compradores de la fuerza
de trabajo, fuese utilizada por los individuos
libremente asociados que producen de acuerdo con
"necesidades comunes y fines comunes" (Marx, 1985a: 62,
73).

                  Hay que recordar que toda cooperación y asociación del
trabajo en la producción genera una productividad social
combinada del trabajo que excede la suma de las
productividades individuales y aisladas; y que en toda
sociedad, la separación y división en las relaciones
sociales entre los productores permiten que quienes
median entre los ellos recojan los frutos de su
cooperación en la producción.

                  El trabajador colectivo o unido está compuesto por
numerosos miembros y órganos distintos. Al respecto Marx
decía: "éste trabaja mejor con las manos, aquél más con
la cabeza, uno como director, ingeniero, técnico,
etcétera, el otro como capataz, el de más allá como
obrero manual directo, o incluso como simple peón"
(Marx, 1990: 79).

                  En el capitalismo, el capital como tal articula las
distintas partes del obrero colectivo (aunque nunca
todas) y media entre esas partes. Por consiguiente, el
capital puede arrancar los beneficios que surgen de la
cooperación en la forma de plusvalor; y lo hace como
resultado de su capacidad para dividir y separar los
trabajadores.

                  Por el contrario, con la eliminación del capital como
mediador y el desarrollo del obrero colectivo para sí,
ese productor compuesto por diferentes miembros y
órganos se transforma en una sola fuerza de trabajo
social.

                  La economía política de la clase obrera vislumbra una
sociedad de productores libres y asociados, donde el
desarrollo de los seres humanos es el objetivo explícito
de la producción.

                  En esa sociedad cooperativa que imaginó Marx, aquella
basada en la propiedad común de los medios de
producción, la actividad productiva de las personas se
desprende de una unidad y solidaridad basada en el
reconocimiento de sus diferencias. Sus miembros se
reconocen en su unidad como miembros de la familia
humana y actúan sobre esta base para asegurar el
bienestar de los otros en el seno de esta familia.

                  Al contrario de la economía política del capital, abarca
algo más que el trabajo mediado por el capital. La
jornada laboral en esta sociedad alternativa, por
ejemplo, es más larga que la jornada laboral
capitalista, porque incluye aquel trabajo improductivo
para el capital que Marx incluía bajo los llamados
costos de consumo de la fuerza de trabajo.

                  Por otra parte, la interdependencia de todos los
miembros del obrero colectivo está en el corazón de la
economía política de la clase trabajadora y ésta no es
otra cosa que la sociedad comunista.

                  En esta sociedad de productores asociados, la
cooperación del trabajador colectivo y la ausencia de un
mediador extraño demuestran que para rendir frutos no es
necesario "que los instrumentos de trabajo estén
monopolizados como instrumentos de dominación y de
explotación contra el trabajador mismo" (Marx, 1864: 11)
En cambio, el trabajador ahora trata al carácter social
de su trabajo como su poder.

                  Pero, ¿cuál es el propósito de los comunistas? Organizar
la sociedad de tal manera que cada miembro de ella puede
desarrollar y usar todas sus capacidades y energías con
total libertad y sin infringir por ello las condiciones
básicas de esta sociedad" (Marx y Engels, 1976b: 96

                  En la versión final del Manifiesto este objetivo era
representado como la "asociación, en la que el libre
desarrollo de cada uno es la condición para el libre
desarrollo de todos."

                  En el centro de la concepción de la sociedad de los
productores libres y asociados de Marx estaba el
eliminar todas las cadenas que impiden el total
desarrollo de los seres humanos.

                  La productividad social significa tiempo libre para el
desarrollo artístico, científico, etcétera.

                  De acuerdo a ello, los primeros productos de esta
sociedad de productores libremente asociados serían
seres humanos capaces de desarrollar su potencial total
en una sociedad humana donde "crezcan también las
fuerzas productivas y corran a chorro lleno los
manantiales de la riqueza colectiva" (Marx, 1970b: 24).

                  Un hermoso cuadro, señala el autor, pero que no surge de
la nada; más bien, fluye de todas las luchas de los
trabajadores en el capitalismo, impulsadas por su propia
necesidad de desarrollo. El "deber ser" de los
trabajadores, su impulso hacia la reproducción ampliada,
surge constantemente contra las barreras creadas por el
capital para apoyar la continuidad de la explotación.
Los trabajadores luchan para llegar a sobrepasar esas
barreras y en el proceso, transforman las circunstancias
y se transforman a sí mismos.

                  Pero esta no es el mismo relato con el que comenzamos
este libro, señala Lebowitz. En el capítulo primero es
el capital el que tiene el impulso a crecer y que
constantemente va sobrepasando barreras hasta que
finalmente enfrenta un límite en la forma de la clase
obrera. Llegado a la conclusión de que ese relato es
unilateral porque no explica por qué los trabajadores
luchan para ir más allá del capital, ni,
significativamente, por qué aceptan al capital.

                  En lugar del determinismo y economismo que se desprenden
del marxismo unilateral, el Marx que surge aquí es un
revolucionario cuyo optimismo se basa en el supuesto de
que los seres humanos luchan contra las condiciones
inhumanas. Esa lucha contra una existencia inhumana es
lo que impulsa a ir más allá del capital.

                  Partiendo del concepto del trabajador colectivo y de la
sociedad del trabajador colectivo para sí, lo que surge
como descubrimiento lógico en El capital es una
alternativa a la sociedad capitalista: una "sociedad de
la libre individualidad, basada en el desarrollo
universal de los individuos y en la subordinación de su
productividad colectiva convertida en su riqueza social"
(Marx, 1985a: 62).

                  Cuando Marx escribió El capital, lo hizo en una época en
que las visiones utópicas eran habituales. Dada su
creencia en que los trabajadores desarrollarían los
elementos de la nueva sociedad en el curso de sus
luchas, Marx se resistía a escribir recetas sobre la
futura sociedad. Sin embargo, luego de la experiencia
del último siglo -con el "socialismo realmente
existente"- es esencial resucitar la visión de una nueva
sociedad, la sociedad de los productores asociados, y no
para el futuro, sino para las necesidades del presente.

                  Hoy comprendemos mucho más claramente que el capitalismo
no engendra su negación "con la [inexorabilidad] de un
proceso natural" (Marx, 1983a: 954), pero siempre hay
una posibilidad de que se produzca el terreno apropiado
en el que se pueda seguir la lucha contra el capital.

                  Michael Lebowitz concluye su libro diciendo que la
continuidad del proyecto de Marx significa mucho más que
escribir los libros faltantes. Su proyecto, era hacer lo
que pudiera para ayudar a dar a luz esa "asociación, en
la que el libre desarrollo de cada uno sea la condición
para el libre desarrollo de todos." Hacer ver que el
capital es el producto de los trabajadores que se vuelve
contra ellos, trabajar por la unidad en la lucha,
reafirmar la centralidad de la práctica revolucionaria
para el auto desarrollo del trabajador colectivo y
exponer la visión de una alternativa posible, son todos
ingredientes esenciales para demostrar hoy que "un mundo
mejor es posible. ¡Construyámoslo ahora!


This archive was generated by hypermail 2.1.5 : Mon Dec 12 2005 - 00:00:01 EST