[OPE-L] Dieterich, "El paso al socialismo economico ...."

From: glevy@PRATT.EDU
Date: Tue Mar 27 2007 - 07:27:40 EDT


A listmember suggested that the following article in Spanish by Heinz
Dieterich concerning the transition to socialism in Venezuela and the
world touches on many topics which have been discussed on OPE-L.
In solidarity, Jerry

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Venezuela 2007
El paso al socialismo econ�mico y la introducci�n del modo de producci�n
socialista en la econom�a mundial


Heinz Dieterich
Rebeli�n

1. La encomienda presidencial

Cuando el Presidente Hugo Ch�vez present� sus "cinco motores
constituyentes" para construir el socialismo en Venezuela advirti� que m�s
"motores" ser�an desarrollados para lograr esta meta. A un peque�o think
tank (grupo de tarea) encabezado por los ministros Hector Navarro y Jorge
Giordani, el Presidente le encarg� la dif�cil misi�n de dise�ar el "modelo
econ�mico" del socialismo del siglo XXI. Este ensayo es un solidario
aporte para el think tank y los amigos sindicalistas que tratan de
mantener viva la visi�n obrera en este debate.


2. �Como dise�ar el "sexto motor constituyente"?

Al revisar el caudal de experiencias sobre el "sexto motor constituyente",
se impone diferenciar entre las condiciones necesarias y las suficientes
para resolver un problema. Siguiendo esta heur�stica (procedimiento
metodol�gico) podemos identificar cuatro condiciones cuya presencia es
necesaria o auxiliar para convertir la econom�a de mercado en una econom�a
socialista del siglo XXI, y tres que son suficientes.


3. Los "motores" o condiciones necesarias

3.1 El hombre nuevo - la educaci�n

La idea de llegar a una sociedad justa mediante la apelaci�n a un
comportamiento �tico y solidario del ser humano ha fracasado
sistem�ticamente durante los �ltimos cinco mil a�os: desde las metaf�sicas
y �ticas del Extremo Oriente (budismo, confucianismo); hasta los
monote�smos de Medio Oriente, cristianismo, juda�smo e Islam, y la
ilustraci�n burguesa. Salvo en su interpretaci�n greco-romana la noci�n
del homo novo es una ficci�n idealista que desconoce la dial�ctica entre
el hardware y software cultural del mono sapiens. Ah� radica la raz�n de
estos fracasos milenarios.

3.2 La estatizaci�n de la propiedad productiva

Todas las econom�as cremat�sticas de mercado son econom�as mixtas, donde
coexisten la propiedad del Estado, la social (cooperativas) y la privada.
Lo que var�a en cada caso es el grado de participaci�n del Estado y su
intenci�n econ�mica. En Gran Breta�a en 1948, el Estado controlaba la
industria del carb�n, la electricidad, el gas, el acero, los
ferrocarriles, las telecomunicaciones, incluido el servicio postal, y las
l�neas a�reas. Semejante era la situaci�n en Alemania, Italia y Francia.
Sin embargo, ni uno solo de estos gobiernos ten�a una intenci�n
socialista. Nunca salieron de la cremat�stica y pronto regresaron, por
diferentes razones, a la desregulaci�n o privatizaci�n.


Desde el punto de vista de la ciencia econ�mica, en una econom�a de
mercado cremat�stica (motivada por la ganancia) la estatizaci�n de otras
formas de propiedad solo tiene sentido en cuatro casos: 1. para fomentar
la integraci�n y el desarrollo de la naci�n; 2. para permitir al gobierno
ingresos que son necesarios para financiar el Estado de bienestar; 3. por
razones de seguridad nacional y, 4. cuando una empresa viola repetidamente
las leyes o es mal habida.


Si la estatizaci�n se hace por razones ideol�gicas o dogm�ticas, y viola
masivamente la determinaci�n de los precios por los costos marginales
(marginal cost pricing policies) y la relaci�n de oferta-demanda, genera
mercados negros, corrupci�n y desequilibrios que a mediano plazo no pueden
ser controlados por el Estado ni por la sociedad. La evidencia emp�rica
revolucionaria al respecto es abrumadora, desde la URSS v�a los
Sandinistas hasta Cuba.


El caso id�neo para entender la relaci�n entre propiedad estatal y
socialismo fue la URSS, porque contaba con tres factores favorables: a)
era una econom�a de mercado no-cremat�stica; b) el Estado controlaba la
principal propiedad productiva y, c) la intenci�n expl�cita del liderazgo
pol�tico consist�a en construir el socialismo. Pese a estos factores, la
URSS nunca logr� construir una econom�a socialista en el sentido de la
econom�a pol�tica. Le faltaban la democracia participativa, las
condiciones tecnol�gicas y las tres instituciones econ�micamente
suficientes: a) el valor, b) la equivalencia y, c) el mecanismo
cibern�tico para remplazar las funciones de valorizaci�n y
retroalimentaci�n que cumple el precio de mercado.


3.3 La democracia obrera

La democracia obrera en las empresas, ya sea en forma de cogesti�n o
autogesti�n, no puede cambiar los par�metros del entorno econ�mico
nacional, regional y mundial, en que act�a como subsistema, tanto en
cuanto a precios, calidad de servicio o normas internacionales de calidad
(ISO, FDA). Por ejemplo: la estatal Corporaci�n Venezolana de Guayana
(CVG) ha vendido tradicionalmente aluminio en M�xico. �ltimamente, China
ofrece este producto considerablemente m�s barato. Si la CVG no quiere ser
desplazada, tiene que ofrecer un precio competitivo. Este, a su vez,
depende de los llamados costos marginales, sobre los cuales la forma
democr�tica o no-democr�tica del sistema gerencial tiene escasa
incidencia.


3.4 La redistribuci�n del ingreso

La redistribuci�n del ingreso v�a el Estado de bienestar, que es la v�a
socialdem�crata o keynesiana hacia la justicia social, es otra pol�tica
necesaria o auxiliar para la transici�n hacia el futuro, pero al igual que
las tres anteriores no lleva, de por s�, al socialismo. La encomienda
presidencial se resuelve, por lo tanto, con el dise�o de los tres "motores
suficientes" para despegar hacia el nuevo socialismo.


4. Los tres "motores" suficientes para el arranque socialista


4.1 El valor sustituye al precio

El elemento operativo decisivo de la econom�a de mercado es el precio. Por
eso no puede haber socialismo en una econom�a mercantil regida por
precios. Para sustituirlo hay que entender las cuatro funciones vitales
que cumple en el sistema burgu�s: a) realiza el plusvalor y con eso la
acumulaci�n ampliada del capital; b) facilita el control pol�tico del
sistema; c) permite la valorizaci�n de bienes y servicios; d) integra a
los tres grandes subsistemas econ�micos, la producci�n, el consumo y la
distribuci�n, y a todas las unidades y decisiones econ�micas particulares
en un conjunto funcional, mediante la retroalimentaci�n inform�tica
(cibern�tica).


Cuando en la URSS se estatiz� la propiedad privada se estatiz� tambi�n su
principio operativo, el precio. Mientras se logr� neutralizar las
funciones "a" y "b", no sucedi� lo mismo con la valorizaci�n y el papel
cibern�tico del precio. La valorizaci�n de bienes y servicios en manos del
Estado sustituy� el juego cibern�tico (incompleto) de la formaci�n de
precios mediante la oferta y la demanda, con una combinaci�n de precios
administrativos y precios del mercado mundial; una combinaci�n incapaz de
optimizar la alocac�on (distribuci�n) macroecon�mica de los recursos.


En lugar de estatizar la valorizaci�n de los precios, la URSS ten�a que
haberla socializado mediante el valor del trabajo (insumos de tiempo),
para llegar a la nueva econom�a socialista. Sin embargo, no dispon�a de
las condiciones objetivas para hacerlo, porque las condiciones del
desarrollo inform�tico no lo permitieron. Era parte de la tragedia de un
modo de producci�n que hab�a nacido antes que su tiempo objetivo.


4.2. La equivalencia como garante de la justicia

El principio de la equivalencia significa que los intercambios de bienes,
servicios y la fuerza de trabajo se realizan por valores iguales (tiempos
de trabajo invertidos en su generaci�n.) Sin embargo, debido a las
estructuras heredadas del capitalismo, por ejemplo, el trabajo complejo y
simple; la fuga de cerebros; la divisi�n nacional e internacional del
trabajo; los privilegios del trabajo intelectual (cuello blanco) frente al
trabajo manual y la desigualdad de los T�rminos de Intercambio
internacionales ( terms of trade), este principio tiene que ser manejado
con realismo y flexibilidad al principio de la transici�n socialista, para
no poner en peligro la estabilidad de la revoluci�n.


4.3 La cibern�tica -- el problema central del Socialismo del Siglo XXI

La valorizaci�n y contabilidad mediante el valor, y la equivalencia en los
intercambios generan una econom�a justa, sin explotaci�n. No solucionan,
sin embargo, el problema de la funci�n inform�tica o cibern�tica del
precio. �C�mo se resuelve en la nueva econom�a socialista el papel del
precio como facilitador y organizador de las decisiones econ�micas
individuales que permiten la coordinaci�n adecuada de la producci�n,
distribuci�n y del consumo? Contestamos esta pregunta en el contexto de
una posible implementaci�n de la econom�a socialista en Venezuela, en
2007.


5. La implementaci�n del socialismo econ�mico venezolano, a partir del 2007


5.1 La contabilidad socialista

El primer paso suficiente hacia la econom�a socialista es el
establecimiento de la contabilidad socialista del valor, paralelo a la
contabilidad ya existente del precio. Esto significa, que se registran
todas las transacciones internas y externas de la empresa en t�rminos de
insumos de tiempo ( time inputs). Dado, que todo proceso productivo se
basa en el factor (vector) tiempo, los valores que subyacen a los precios,
pueden "extraerse" con suma rapidez y sin afectar las operaciones normales
de la empresa. Se podr�a realizar esta operaci�n tambi�n mediante el
equivalente monetario del valor (MELT), m�todo que proponen los amigos de
la Escuela de Escocia, dado que varios estudios recientes indican una
correlaci�n estad�stica del 97 por ciento entre los precios de mercado
(valor de cambio) y el valor.


5.2 Cero costo pol�tico

Para evitar un innecesario conflicto con la empresa privada se establece
esta contabilidad primero en una empresa del Estado, de preferencia, una
empresa altamente tecnificada, por ejemplo, Alcasa o Venalum. Una vez
evaluados los par�metros respectivos en valores, se extiende la
metodolog�a a otras empresas estatales, por ejemplo, una generadora de
electricidad. Cuando se conozca el valor unitario del aluminio ( p.e. de
una tonelada) y de la electricidad (p.e., de un megavatio), adem�s de
tener los precios unitarios respectivos, se puede sustituir gradualmente
el intercambio tradicional por precios de mercado mediante el intercambio
por valores, y una utilizaci�n flexible del principio de equivalencias.
Tambi�n se puede iniciar el intercambio entre la empresa del Estado
(propiedad estatal) y las cooperativas (propiedad social) que hayan
adaptado el doble sistema de valorizaci�n.


5.3 Establecer la dualidad de la econom�a socialista y de la econom�a de
mercado en Venezuela

Para generar conciencia sobre las dos l�gicas econ�micas diferentes, los
envases de los productos llevar�n el valor y el precio, es decir, la
valorizaci�n objetiva y la subjetiva, la socialista y la burguesa. Esto
transparenta los dos tipos de relaciones de producci�n que coexisten en la
econom�a venezolana e incentiva a los ciudadanos a indagar y participar a
nivel de mercado en la transici�n de la econom�a pol�tica.


Se establece, de esta forma, una esfera de producci�n y una esfera de
circulaci�n socialista dentro del seno de la econom�a cremat�stica de
mercado en Venezuela. Estando la propiedad productiva m�s importante del
pa�s en manos del Estado (PdVSA, CVG, electricidad, telecomunicaciones,
Mercal, Banco Central, el Estado mismo) y, en menor grado, en 127.000
cooperativas, la nueva econom�a postcapitalista puede crecer hasta
volverse dominante dentro del pa�s, sin necesidad de tocar la propiedad
del capital privado, salvo en los casos mencionados de la estatizaci�n.


5.4 Establecer la dualidad del modo de producci�n socialista y capitalista
a nivel mundial

Esta dualidad de modos de producci�n se puede extender hacia el comercio
internacional. Dado que los mayores impactos niveladores de la
valorizaci�n por insumos de tiempo y del principio de equivalencia se
dar�n entre el trabajo intelectual y el manual, y entre el Tercer y Primer
Mundo (v�a los t�rminos de intercambio), los gobiernos del Primer Mundo no
aceptar�n la nueva valorizaci�n. Sin embargo, como Cuba, Vietnam y China
son pa�ses socialistas, y Bolivia, Nicaragua y Ecuador est�n entrando al
circuito del ALBA, se puede extender el principio de la econom�a
postcapitalista a la esfera de la reproducci�n internacional,
estableci�ndose la dualidad econ�mica a escala mundial.


6. La duda de Einstein y la soluci�n cibern�tica socialista

En la econom�a de mercado es el precio que integra los miles de millones
de decisiones econ�micas nacionales y mundiales que se realizan en una
econom�a como la de Jap�n o de Estados Unidos diariamente. Este efecto
cibern�tico (retroalimentaci�n) no se logra con el principio de la
equivalencia ni con la orientaci�n de la econom�a postcapitalista hacia
los bienes de consumo necesarios, definidos por una autoridad de
planeaci�n estatal y voluntad de mayor�as. Es necesario que los intereses
econ�micos de los ciudadanos, dentro de la capacidad y los imperativos
�ticos de la macroeconom�a, tengan interacci�n e incidencia sustancial
sobre el poder de los planificadores.


La pregunta de Albert Einstein, de c�mo proteger en una econom�a planeada
los derechos del individuo frente al "poder de la burocracia"
planificadora ---que en el fondo, es la misma pregunta de la cremat�stica,
de como proteger en una econom�a de mercado los derechos del individuo
frente al "poder de la oligarqu�a gran-capitalista"--- es leg�tima y las
respuestas son varias. Pero dentro de la cibern�tica econ�mica la
respuesta ha sido dada por la misma evoluci�n de la tecnolog�a.


En algunas empresas en Alemania, cuando un vendedor pasa un lector �ptico
sobre la etiqueta del producto que vende, esta informaci�n no solo va a la
caja, sino v�a internet directamente a la distribuidora y la f�brica. La
distribuidora reemplaza el producto vendido al d�a siguiente, sin
necesidad de pedido, y la f�brica lo reproduce. Existe, por lo tanto, una
informaci�n e interacci�n completa en tiempo real entre la producci�n, la
distribuci�n y el consumo, entre la oferta y la demanda. Con este sistema
se conoce con precisi�n los stocks (existencias) de las empresas y los
cambios de la demanda y la oferta, segundo a segundo.


Para que esta relaci�n directa entre vendedor y productor se mantenga
dentro de las tolerancias previstas en la programaci�n macroecon�mica, la
informaci�n enviada va por Internet tambi�n a las autoridades de
planeaci�n municipales y estatales involucradas en el proceso. Estos
ejercer�an a su vez un control de retroalimentaci�n negativo, si fuese
necesario para mantener el sistema en equilibrio.


Este mismo mecanismo puede ser utilizado para hacer la producci�n sensible
al perfil de la demanda de los ciudadanos. Por ejemplo, si se ofrecen tres
variantes A, B y C, de un pantal�n, y dentro de un determinado periodo de
tiempo (d�a, semana) se registra electr�nicamente que A se vendi� veinte
veces, B solo tres veces y C, ni una sola vez, entonces el productor
reasignar�a los recursos de la variante C, y parte de B, a A. Como esa
decisi�n se tomar�a dentro de una f�brica, solo se informar�a a la
autoridad superior de planeaci�n del cambio de reasignaci�n interna de los
recursos, pero no se le pedir�a permiso.


Por medio de esta descentralizaci�n relativa y la nueva tecnolog�a, se
evitar�a la burocratizaci�n del proceso. La tecnolog�a que permite
registrar la variaci�n de oferta, demanda y existencias (stocks)
pr�cticamente de segundo a segundo, combinada con la descentralizaci�n
dentro del marco general de planeaci�n, evitar�a los desequilibrios
observados en las econom�as del socialismo hist�rico. Entre otros
mecanismos que se pueden emplear para lograr el mismo efecto, est� la
propuesta de los market clearing prices (precios para equilibrar el
mercado) de los amigos de Escocia.


7. Ch�vez, Einstein y Galileo

Albert Einstein muri� afligido por la incapacidad de saber si su
"constante cosmol�gica" de la relatividad general exist�a o no. No hay
inc�gnita epistemol�gica de esta dimensi�n en la nueva teor�a del
Socialismo del Siglo XXI. Ha llegado la hora de la verificaci�n emp�rica
de sus enunciados. A Hugo Ch�vez le toca el papel de Galileo ante los
obispos. El desenlace es claro: una vez m�s, la hip�tesis y el experimento
derrotar�n a los dogm�ticos e ignorantes.


Y todos podremos decir: "Eppur si muove": Y sin embargo, se mueve...


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